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miércoles, 13 de abril de 2011

Tarde De Marzo


Es una soleada tarde de Marzo. En uno de esos mágicos rincones que oculta el parque de “María Luisa”, hay una pareja de jóvenes mirándose, riendo y hablando a una distancia cada vez menos prudente.

Él es moreno, con el pelo alborotado, los ojos castaños y una barba descuidada. Varios aros metálicos decoran su rostro. Lleva unos destrozados pantalones cortos y una camisa arrugada. Simplemente un chico metálicos más.

Ella, sin embargo, es preciosa y su presencia se hace notar. Tiene una melena larga y rubia que resbala por sus hombros y se desliza por su espalda. Su nariz es pequeña y se arruga de una manera encantadora cuando sonríe.

Y al sonreír, entre sus finos y pálidos labios se pueden ver unos dientes preciosos, perfectamente alineados. Esa boca frágil y con un puntito infantil es irresistible.

Pero si hay algo en ese rostro que merezca una atención más especial son sus ojos. Unos ojos profundos, pero llenos de una vida capaz de desbordar a cualquiera. Son de un color azul intenso, pero a medida que se acerca a la pupila, se van aclarando, hasta acabar en un verde amarillento en su centro.

Son preciosos.

Ella es perfecta. O al menos eso es lo que piensa el chico, que la mira embobado intentando ocultar su fascinación tras frases ingeniosas y tonterías. Ella ríe tímidamente y se sonroja. Él, cada vez más cerca seguro de si mismo, no puede evitar notar un cosquilleo extraño en el estómago.

La luz es cada vez más tenue y a medida que el sol se va alejando, los chicos se van acercando. Sus cuerpos están cada vez mas juntos atraídos por alguna extraña fuerza. Los dos lo perciben, pero ninguno dice nada, por miedo a perder esa intimidad que han logrado.

Están tan cerca el uno del otro, que el chico sin querer, en un movimiento rosa la mano de ella. El tacto frío y suave de sus manos es tentación suficiente para mirarla a los ojos y decir:

-Tienes las manos heladas. Déjame que te ayude.

Y olvidando el miedo que de pronto le atenazaba, extiende sus grandes y curtidas manos, para con ellas arropar las pequeñas manitas de la chica.

Ella, que con el solo roce de su mano ya se había ruborizado, ahora tenía la cara ardiendo y el corazón descontrolado. Una pequeña sonrisa aparece en sus labios.

El joven clava sus ojos directamente en los de la chica. Tienen algo mágico. Aunque al principio no se da cuenta, va perdiéndose en ellos poco a poco. Todo se distorsiona, los espacios entre ellos desaparecen y allí solo están él y ella.

Una extraña e invisible conexión va tirando de los chicos. Cada vez están más pegados, la distancia ahora apenas es perceptible. Sus respiraciones se entremezcla y confunden.

Moviendo las cabezas lentamente se observan y crean un lenguaje único e incomprensible. El brillo de los ojos, las arruguitas de la nariz al reír, los labios tensándose,…

Es entonces, cuando el chico cierra los ojos y se deja llevar. Sin soltar sus manos, se acerca a ella y naufragando en un mar de sentimientos, la besa.

Al unirse sus labios, su corazón late descontrolado, para luego parar en seco. Una ráfaga de aire recorre sus cuerpos por completo.

Entonces ella lo abraza y él se desvanece entre sus brazos…