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lunes, 28 de diciembre de 2009

Noche


Un molesto e incesante zumbido bombardea mi cabeza. Durante toda la noche, pero no me levanto para averiguar de que se trata. Me encuentro en una duermevela que me hace agonizar de impotencia. Ríos de sudor recorren mi frente. Me muevo de un lado al otro de la cama. Aprieto los parpados e intento no pensar en nada.

No funciona. La almohada está empapada y yo estoy ardiendo. Poco a poco abro los ojos y me incorporo. Me pongo las zapatillas y no sin cierto recelo me dirijo al lugar de donde procede ese molesto sonido. Todo está muy oscuro y no puedo evitar sentir una punzada del irracional e infantil miedo que pensé haber perdido hacía años.

Me dirijo a la cocina y poco a poco muevo la puerta a penas lo suficiente como para que una pequeña franja de luz casi inexistente ilumine parte de mi rostro. La cocina no está tras esa puerta, en su lugar ahí cuarto de muñecas lleno de juguetes. Pero ahí algo raro, todo está ordenado. El delicioso caos provocado por los más pequeños parece inexistente en ese lugar.

Una luz muy tenue llega del fondo de la habitación. Allí, a penas iluminada por una débil bombilla, ahí una niña pequeña, a penas tendrá cuatro años. La pequeña se mira en un espejo y mientras tanto se pinta la cara. Sus labios pasan de un color rosado y natural, a un rojo intenso y artificial. Entonces sus ojos se clavan en los míos con una tristeza y una desesperación desbordantes e incomprensibles. La tristeza encoge mi corazón y por un momento deseo ser mayor.

Asustado, cierro la puerta de un portazo y apenas doy unos pasos ligeros, cuando tropiezo con un hombre. Lleva un traje oscuro de aspecto muy caro, una camisa muy elegante y unos zapatos que brillan como si recién comprados. Su peinado está muy cuidado y a primera vista parece un hombre poderoso. Pero al mirarlo fijamente me doy cuenta de las grandes ojeras bajo sus ojos. Las manos curtidas y un rostro que muestra la dureza del que ha trabajado toda su vida, viendo sus sueños aniquilados por la agobiante y dolorosa realidad. Solo es un trabajador de a pie más.

Sorprendido por todo lo que me está pasando intento dirigirme a la puerta de mi casa para huir, pero antes de poder bajar las escaleras veo la puerta del cuarto de baño abierta. No puedo evitar la tentación de parar y mirar dentro.

Una mujer de mediana edad, aunque muy bien cuidada, está tirada en el suelo entre los restos de un destrozado espejo y muchos botes de maquillajes y todo tipo de cosméticos para la piel. Con las manos llenas de sangre levanta un trozo de espejo y se mira. Al verse reflejada no puede evitar echar de nuevo a llorar y el poco maquillaje que le queda se le corre dejando una imagen escalofriante y aterradora. Paralizado durante unos segundos no puedo pensar en nada que no sean esos ojos que parecen muertos.

Una vez recuperado salgo corriendo escaleras abajo y tropiezo con la puerta. Al abrir la puerta veo a un hombre obeso, está comiendo de una manera descontrolada. Desesperado cierro la puerta y con una pequeña esperanza aun abrazada a mi corazón, vuelvo a abrirla. Ahora está el mismo hombre corriendo en un gimnasio intentando no parecer agotado. De nuevo cierro.

Intento controlar mi respiración y tranquilizarme. Pero mi corazón no deja de latir aceleradamente. Aterrorizado por lo que pueda encontrar, abro la puerta de nuevo y entro sin mirar. Está todo oscuro. Mis ojos se adaptan a la ausencia de luz y consigo averiguar que estoy de nuevo en mi cuarto en mi cama. Y ahora todo es normal. Me limpio el sudor de la frente con la manga de mi pijama y me tumbo.

Lentamente el cansancio se va apoderando y mis ojos cada vez se cierran más. La oscuridad se apodera de todo y dejo mi cuidado en manos de la noche. Todo lo que ha ocurrido a sido un maldito sueño. Yo lo único que necesito ahora es dormir, pues mañana e de madrugar para trabajar. Cosa, que ahora que me doy cuenta, hace unos años no era un problema, pero….

Pero el tiempo no perdona y cuando queremos algo no lo tenemos y cuando lo tenemos ya no lo queremos. No nos conformamos con lo que somos, queremos lo que no podemos tener y no nos conformamos hasta estar bajo tierra y sin un apice de calor en nuestros cuerpos. Somos estúpidos por naturaleza y depresivos por elección.

Por eso yo, es un acto de locura e decidido no preocuparme por nada más y dejar que las sombras de la noche se encarguen de mí….

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Monstruo (Inspirada en "Monstruo" Pen cap chew)



Pasos rápidos. Mi mirada vaga de un lado a otro nerviosa. Los brazos agarran con fuerza las bolsas de la compra. Me sudan las manos. Todos los ruidos de mi alrededor resultan estridentes y molestos.


Un calor, que nada tiene que ver con el ambiente, se apodera de todo mi cuerpo. Noto miles de oscuras miradas observándome. Todos me odian, todos quieren golpearme y hacerme daño. Son escoria.


La ciudad me encierra entre sus calles y plazas. Me encuentro atrapado en una cárcel al aire libre. Las sombras me persiguen y extienden sus garras hacia mi cuello. Miro hacia atrás, pero no hay nada, tan solo son productos de mi imaginación, eso quieren hacerme creer.


Asustado, por todo eso que me rodea y que día tras día intenta lastimarme, salgo corriendo por la calle. En mi precipitada huida de la nada tropiezo con un par de chicas y se me cae la compra. Al agacharme para recoger mis bolsas noto sus miradas sobre mi cabeza. Toda esa rabia hace que mi alma se encoja de una manera repugnante.


Con las lágrimas apunto de resbalar por mis mejillas reemprendo mi carrera hacia la seguridad de mi hogar. Pasando un callejón veo una pandilla de jóvenes con pintas que me hacen dudar de mi recorrido. Ellos notan mi presencia, pero antes de que sean capaces ni si quiera de decir una palabra, yo ya he desaparecido en dirección contraria.


Mis fuerzas flaquean y mis piernas apenas pueden dar unos pasos más, aunque ya estoy cerca de mi casa. Aun intentándolo con todas mis fuerzas, no lo consigo y caigo al suelo. El golpe es doloroso, noto el frío asfalto y una punzada que sube por toda mi espalda.


Tras varios minutos, pasa una chica y me ayuda a levantarme, aun habiéndome ayudado la miro y sé que no le caigo bien, ella a mi tampoco, así que continuo mi camino sin intercambiar ni una palabra.


Al fin llego a mi bloque. Saco las llaves y abro la puerta, escalón tras escalón llego hasta mi piso y con las manos temblorosas consigo abrir la puerta. Y entrar a trompicones en mi piso. Suelto las bolsas en la cocina y me siento derrotado en el sillón. Y enciendo la tele.


Ahora estoy a salvo de todos esos malditos monstruos con sonrisas falsas y miradas cargadas de brillante odio. Aunque ahora, sentado en la oscuridad, con la única luz de la televisión, me pregunto…


¿Quién es el verdaderos monstruo, ellos o yo?.



lunes, 16 de noviembre de 2009

Paso tras paso.


Paso tras paso.

Mis pisadas son rápidas e imprecisas. Mis piernas están cansadas y cada vez que intento respirar y llenarme los pulmones, noto como el aire desgarra mi garganta. Los pelos húmedos a causa del sudor, golpean en mi frente y mis ojos de una manera repetitiva e irritante.

No puedo parar, ahora no. A mi alrededor todo parece ralentizarse, pero no es eso, simplemente yo voy demasiado acelerado. Las bombillas de las farolas iluminan mi camino y aun así sigo sin tener rumbo.

La gente pasa a mí alrededor, aunque no notan mi presencia. A lo lejos algo llama mi atención, un brillo verde, pero solo es eso, una ilusión. Las luces se funden con la oscuridad de la noche y todo se vuelve borroso y confuso.

Mis pisadas contra el suelo mojado crean una sintonía relajante. Entonces el sonido de mis botines contra el asfalto es sucedido por el de un golpe. Caigo de rodillas sobre el suelo, con la mirada perdida en la lejanía.

La lluvia cae ahora más fuerte. Las gotas de agua resbalan por mi rostro y da la sensación de que lloro, quizás, sea algo más que una sensación. Mi cabeza no para de dar vuelta, oigo voces, gritos, veo caras de decepción y odio.

De mis miedos y odios saco la fuerza para levantarme. Miro al frente, a la lejanía, mi única esperanza. Tan solo quiero escapar de mis recuerdos, tan solo quiero ser feliz. Así que me aprieto los cordones de mis Adidas y…

…Echo a correr.


martes, 10 de noviembre de 2009

Dirección al adiós.

Las piedras bajos mis pies parecen más sólidas que nunca. El sol se está escondiendo y aun así me golpea de frente. El sudor recorre mi frente y mi espalda. A mi alrededor no hay otro sonido excepto el del cálido viento.


Paso a paso me dirijo a ningún lado, atormentado por la desgarradora idea de separarme de ti. Voy haciendo equilibrio por una de las vías del tren. A veces giro un poco la vista buscando alguna señal que me haga volver, pero nunca miro a mi espalda.


Estoy muy cansado, pero no puedo parar, he de dejar atrás todos sus recuerdos. Debo seguir hacia mi destino, aunque tal vez este implique mi fin. He de olvidar sus caricias, sus besos, su olor….


¡Mierda!


Una gran carga cae sobre mí. Mi corazón comienza a latir intensamente, tanto que incluso me duele el pecho. Mi vista parece estar nublándose y mi cabeza me duele de una manera insoportable. Mis piernas y manos tiemblan.

El dolor que atenaza mi alma es indescriptible, pero se que es lo mejor que puedo hacer. Mi corazón quizás no me perdone nunca, pero es un precio que he de pagar. La vida no siempre es justa y eso es algo a lo que hace tiempo me acostumbré.


A lo lejos oigo el sonido de un tren aunque puede que no se escuche tan lejos. Tal vez lo mejor sea que me quite de la vía, pero qué más da. Ya nadie me espera, no hay quien me espere con una sonrisa o preparándose para lanzarse a mis brazos.


Mi temblorosa mano se dirige hacia mi bolsillo y saca un arrugado papel. Le doy la vuelta y observo esa bella imagen. Es de un tiempo pasado, en ella aparezco yo con una chica. Ella es bellísima. Pelo liso y largo, rostro angelical y unos ojos verdes que cautivarían a cualquier hombre.


En esa foto parezco feliz. Eran otros tiempos, tiempos en los que ambos estábamos bien. Donde no había problemas y tan solo nos preocupábamos por el día a día. Pero eso hace ya tiempo que paso y ahora no queda nada.


El ruido del tren se escucha cada vez más cerca. Puede que ya sea la hora de que me aleje un poco de las vías. Al menos hasta que el tren pase. Pero no se porque no lo hago. Saber e ignorar, la perdición de la raza humana. Yo no seré una excepción.


Desearía volver tras mis pasos, recorrer de nuevo el camino que marcan las vías y cuanto te necesito. Que no importan todos los problemas, que juntos podremos superarlos, pero se que no sería así. Ya lo hemos intentado otras veces…


Ahora escucho el sonido del tren justo a mi espalda. Me vuelvo lentamente y lo veo acercándose. Mi instinto me grita que me eche a un lado, pero mi cuerpo no responde o quizás no quiera responder. Las luces del tren me recuerdan a…


Extiendo los brazos esperando a ese coloso de metal. Por mi rostro resbala una única lágrima. No es por el fin de mi vida, no es por miedo al dolor o a no encontrar nada después. Lloro porque se que nunca más volveré a verla. Y su ausencia en mi vida es inconcebible en mi cabeza. Entonces mientras espero que esas luces se estrellen contra mí recuerdo…


…Recuerdo su mirada.


domingo, 4 de octubre de 2009

Mi ángel sin alas


El tiempo parece ir cada vez más lento, parece ir parándose poco a poco, tan solo por complacer mi deseo de una eternidad junto a ella, el deseo de que ese momento no acabase nunca, estar en ese lugar y ese instante para siempre con la única compañía que necesito, la suya.

Nuestros pies descalzos se hunden lentamente en la arena cada vez que damos un paso. Nuestras manos están entrelazadas con tal fuerza que nada podría separarnos, ni la misma muerte. Tus ojos verdes me miran con dulzura y no puedo evitar esbozar una sonrisa, aunque no se muy bien como hacerlo.

El sol ya está cayendo a lo lejos y se refleja su luz en el mar creando una bellísima sensación. El viento sopla ligeramente, meciendo de una manera hipnotizante tu melena. Las olas rompen y llegan hasta nuestros pies mojándonos de tal manera que un cosquilleo nos recorre a ambos desde los pies hasta la cabeza.

Todo es perfecto o al menos casi todo, pero falta algo. Me doy la vuelta bruscamente la agarro por la cintura y veo como ella me mira confundido, una sonrisa extraña aparece en mi rostro y entonces lanzo mi boca hacia la suya en un arrebato de amor y ella me corresponde.

Nuestros labios se unen y se mueven sintiéndose deseados y amados. Nuestras lenguas se entrelazan y nuestros corazones comienzan a latir fuerte y rápido, pero al mismo compás. Ahora sí, ahora todo es perfecto. Poco a poco separo mi boca de la suya.

Entonces me quedo mirándola. Observo sus bellísimos ojos verdes. Son hermosísimos y brillan con la luz de la vida y amor. No puedo evitar el sentir como mi corazón se inunda de alegría y gozo. El saber que ese ángel que se encuentra frente a mi me quiere es un sentimiento fuerte, muy fuerte. Tanto que sin pensarlo, sin darme ni siquiera cuenta le susurro sin dejar de mirarla con cariño:

-Te quiero.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Sentado a la espera



Lento.



Mi corazón late muy lento, pero no me preocupo, lleva así ya bastantes años y ahora desafortunadamente poco logra sorprenderme. Me apoyo en las paredes de mis lados y suspirando me levanto de la cama. Paro un segundo y resoplo, hago acopio de mis fuerzas y me agacho a recoger uno de los muchos pedazos de espejo que se encuentran esparcidos por el suelo de mi habitación, mi pequeña y cálida habitación.



Con mi tembloroso pulso me llevo el pedazo de espejo hacia mi cara y veo mi rostro reflejado. Y es entonces cuando odio a todo y a todos, odio al tiempo por no perdonarme, odio a aquellos que no me avisaron y sobre todo me odio a mi mismo de tal manera que desearía despellejarme tira a tira de piel y así acabar con mi existencia de una vez por todas.



¿Qué es lo que e visto? Pues es fácil, he visto en mi reflejo lo que a tantos hombres y mujeres ha atormentado desde unas edades muy tempranas, eso que parece que nunca nos va a llegar, pero te alcanza antes de lo que esperas, he visto el paso del tiempo y sus efectos sobre mí. Algo terrorífico.



No hay nada más difícil que ver como el tiempo ha destrozado lo que en otro tiempo fue bello y joven, saber que ya no queda solución, tan solo puedes sentarte en una vieja silla blanca a esperar que el último de tus suspiros llegue, se disipe en el viento y desaparezca en la nada.



Mi rostro está cubierto de arrugas por todas partes, el color de mi piel ya no cambia, tampoco importa. Mis ojos antes rebosantes de vida y actividad ahora están apagados, sin luz, parecen esperar ver el momento del adiós. A duras penas oigo algo y cada movimiento me cuesta un tiempo valioso y unas energías que no tengo.



Mi mano se debilita y el espejo cae al suelo partiéndose en miles de pedazos que se unieron al resto. Me voy hacia esa silla blanca que se yergue sólida sobre el centro de la habitación, y más que andar me arrastro. Pero consigo llegar y sentarme.



Me siento y espero. Espero que llegue el ultimo segundo, en el que suspiraré por última vez y mi alma saldrá a convertirse en una con el viento y yo convertido en una ola del mar desapareceré en el olvido de un mundo infame y demasiado corto para quien soñó con el futuro, para ahora acabar añorando el pasado.



Adiós.



sábado, 12 de septiembre de 2009

Olas de paz


Tranquilidad.

Lo que yo sentía en ese momento no podía definirse mejor que con esa palabra, tranquilidad. Estaba tumbado sobre la arena sin ropa apenas, el sol ya se escondía tras el inmenso mar y abrazada a mí estaba ella. El ruido del romper de las olas era lo único que se oía y a nuestro alrededor no había nadie.

Nuestros corazones latían acompasados y su aliento rozaba suavemente mi cuello. Podía otra su cálido olor atravesando mi cuerpo y sus manos apretándome fuerte para no dejarme escapar. Pero no era yo quien tenía que marchar si no ella.

Y noté que tenía que marchar cuando me miro, sus ojos perdieron un segundo el brillo de la felicidad, para cobrar una honda tristeza por nuestra corta separación, hasta el próximo día. Pero el brillo volvió a su mirada cuando al levantarse me dio un beso para luego marcharse corriendo hacia el autobús.

Allí sentado la observe marcharse, tan bella y espectacular. Su fino vestido se movía de manera mágica con el viento. Sus pies descalzos se hundían en la arena a penas unos milímetros. Era perfecta.

Y sin darme cuenta mientras la observaba una sonrisa afloró en mis labios y no pude dejar de observarla hasta que desapareció totalmente en la lejanía. Y allí sentado en la arena de la playa, al borde de la orilla donde rompían las olas estruendosamente, me quede solo.

Muchas cosas vinieron a mi cabeza, cosas malas, otras buenas y pasaron los minutos mientras yo reflexionaba sobre todo, pero sin rayar en la obsesión. El sol cada vez se veía menos y las olas cada vez se oían más.

Fue entonces, cuando el sol despuntaba y apenas quedaban unos segundos para que se escondiera, fue en aquella soledad cuando descubrí una gran verdad. Descubrí que pase lo que pase, por muy mal que veamos las cosas, siempre se pueden solucionar. Y nada es tan malo como para que nos rindamos.

Y lo que es aun mas importante siempre habrá alguien a nuestro lado y eso lo es todo. No importan las riquezas, las posesiones materiales, todo eso da igual, todo eso es frágil y depende del destino, lo único verdaderamente importante, eso que crea el sendero de nuestras vidas son las personas que nos acompañan.

Personas que de una manera directa o indirecta, mala o buena nos ayudan a definirnos y a crear nuestra vida, y con tener a una sola de esas personas a nuestro lado podemos tener la mayor de las riquezas. Por eso sonrió yo ahora, casi a oscuras. Porque la recuerdo y se que…

…La quiero y espero impaciente el momento de volver a estar junto a ella.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Dos palabras





No me siento bien, es más estoy fatal y parece que hace años que no duermo. Cuando has probado el dulce sabor del amor, es doloroso tener que alimentarte tan solo de la amarga soledad. Y eso es ahora lo único que me queda a mí. De una manera cruel e insoportable me e quedado sin nada.



No comprendo que es lo que ha pasado. Desde la oscuridad de mi habitación miro las fotos del pasado y no puedo evitar el sonreír. Cada foto es un buen recuerdo de aquellos tiempos que pasábamos juntos, esos momentos en los que tú me decías que me querías y yo te respondía con besos. Me invade la felicidad a medida que recuerdo como tus labios rozaban los míos lentamente y el sabor de tu cálida lengua con la mía.



Me tumbo en mi colchón, allí donde tantas veces fuimos uno tu y yo y me inundan los recuerdos. Con los ojos cerrados casi puedo notar tu aliento en mi cuello. Me produce un cosquilleo agradable que parece subir hasta la el lóbulo de mi oreja. Un escalofrío recorre todo mi cuerpo y me hace sentir extraño, no se si es agradable o no.



Corro al cuarto de baño y me miro en el espejo, preguntándome por mi futuro. Al mirar en el espejo no veo mi reflejo si no sus ojos verdes y penetrantes, mirándome con esa dulzura que me encoge el corazón y que en su día me enamoró. En mi mano tiembla una cuchilla, no se porque, yo nunca he sido de esos estúpidos que hacen esas cosas, aunque pensándolo bien, ahora sin ti no soy nada.



Mi mano agarra fuertemente la cuchilla y la acerca a mi muñeca y allí duda. Durante un segundo tiembla desesperada, pero luego hago acoplo de todo mi valor y lanzo la cuchilla lo más lejos posible de mí. No será así.



Salgo corriendo de mi casa y cierro de un portazo. Tras mucho tiempo corriendo sin rumbo llego al lugar donde estuvimos por última vez antes de que me abandonara. La puerta de su casa. Mis ojos se empañan y miro con tristeza hacia su ventana. No se porque, pero aun me queda una pizca de esperanza.



Lanzo una piedra a su ventana y espero, pero no sale nadie, repito esto varias veces aunque nunca obtengo respuesta. Entonces ya sin ánimos, esperanzas, sin nada me doy la vuelta y me decido a irme para siempre. Es entonces cuando escucho un ruido detrás mía. Me vuelvo y allí esta ella, preciosa como siempre, en la puerta de su casa.



Me acerco y poco a poco una sonrisa se dibuja en mi cara por volver a verla, pero dura poco, pues ella no parece feliz de verme. Entonces cuando estoy frente a ella, le doy un ramo con veintitrés rosas. Su cara expresa mucha sorpresa. La quiero y por eso mismo decido dejarla marchar, así que me doy la vuelta y en un susurro digo “Te quiero”.



Entonces ella me llama y cuando me vuelvo hacia ella, la veo más cerca de mí, está sonriendo, me agarra la mano. Un cosquilleo me sube por el brazo, estoy extrañado y no se si sonreír o llorar. Su cara se acerca a la mía y yo le respondo acercándome también.



Nuestros labios se unen, la calidez me invade, toda la oscuridad se desvanece y ahora tan solo queda luz. Todo parece bonito y no necesito decir nada. Durante mucho tiempo me he limitado a disculparme, a pedir o a preguntar, pero nunca le he dicho lo que sentía y eso era lo único que necesitaba y ahora lo entiendo.



Pero entonces dejo de pensar y me fundo en el más cálido de todos los besos. Poco, muy poco a poco separamos nuestros labios, pero seguimos abrazados y mirándonos. Me arrimo a su oreja y le susurro…



“Te quiero”.



martes, 25 de agosto de 2009

Sobre las nubes





Mis piernas tiemblan y se sienten torpes. Noto el peso de todo mi cuerpo, como no lo había notado nunca hasta esta noche. Hace frío y aun así estoy sudando por todas partes, mi frente está perlada de gotas de sudor y mis manos están resbaladizas. Siento la temperatura de mi cuerpo demasiado elevada, así que comienzo a quitarme algo de ropa. La bufanda y la sudadera fuera.





Miro hacia delante y al contemplar aquella visión que a tantos ha atraído y ha infundido temor y durante años ha sido obsesión de muchos, noto cómo me hago aun más pesado y he de apoyarme en la pared para no caerme. Como puedo me doy la vuelta, no se como no me caigo, pero casi arrastrándome consigo llegar hasta el servicio. Me pongo de rodillas frente a la taza del váter y entonces todo se me viene a la cabeza y por los nervios que durante horas se han adueñado de mi estómago, vomito.





Aunque ya no me queda nada en el estomago no me siento mejor. A mi espalda alguien golpea la puerta con insistencia y cada golpe atraviesa mi cabeza. Me levanto mareado apoyándome en todas las paredes y abro la puerta. Reconozco al chico que esta frente a mí, es un amigo de la infancia y bueno de ahora, la adolescencia. Me sostiene y me dice algo, pero yo no me encuentro bien y no me entero de nada. Él me agarra y me arrastra hasta allí, aquel temido lugar. Un momento antes de dar el paso que me llevará de mi seguro cobijo al descubierto de donde ya no habrá salida, me suelta y me deja libre.





Entonces él da el paso, sale y desaparece tras las luces, un gran estruendo se escucha y entonces dos figuras más pasan por mi lado y también desaparecen en la luz y de nuevo ese gran estruendo. El tiempo se para y mi cuerpo se queda rígido, he de salir, quiero salir, pero el miedo engarrota todo y cada uno de mis músculos. Trago saliva, bajo la cabeza y haciendo acopio de todas mis fuerzas y de mi coraje salgo. Llevo los ojos cerrados, pero incluso así noto la luz en mi rostro, así que los abro. Y delante mía se extiende una imagen terrorífica y a la vez satisfactoria.





Miles de personas todas agolpadas a tan solo unos metros de mí, todos observando impacientes y esperando lo mismo. El estruendo de sus voces se apaga y entonces llega un silencio mortal, un frío recorre mi cuerpo, todos están atentos a mi. A mi espalda y mis laterales tres amigos de la infancia me cubren. Me agacho, cojo algo pesado del suelo y me lo cuelgo. Es una guitarra y al tenerla entre mis manos todo el miedo se disipa, ahora solo estamos yo y el grupo, no hay nadie más, solo nosotros y nuestra música.





Todo está en silencio, mi mano sube y baja tocando con mi púa las cuerdas de la guitarra, y los amplificadores de mi espalda lanzan al aire notas que cubren el silencio. Un bajo muy movido llena la canción y una batería suena con un ritmo acelerado que marca la canción, además se escucha otra guitarra, una guitarra que toca cuerda tras cuerda llenando y dando una esencia especial.





Delante de mí noto el entusiasmo del público, puedo verlos saltar, chillar, llorar de emoción, pero no escucho nada salvo nuestra música. Acerco mi boca al micrófono y comienzo a cantar y es entonces cuando por primera vez desde que subí al escenario escucho al público. Todos gritan como poseídos, mi música les llega y es entonces cuando siento que estoy entre ellos, estoy en medio de todo el mundo y soy uno más.





Es en ese momento de excitación cuando siento que mi pies se elevan y vuelo, vuelo por encima de las nubes, por encima de las necesidades materiales, por encima de todo, es entonces cuando comprendo el significado de mi existencia y no puedo evitar hacer otra cosa que…





Sonreír.


lunes, 27 de julio de 2009

27 días


Y pasaron veintisiete días en los que mi vida era un infierno de el que nadie podía sacarme, y parecía que nunca saldría, no era tan fuerte. Los días pasaban lentos en la oscuridad de mi solitario cuarto. Lo único que me mantenía vivo era el eterno miedo a la muerte. Yo era débil incluso para quitarme la vida, la verdad es que al pensar en estas cosas me siento tan patético, en esos momentos pensaba de una manera tan infantil y estúpida. Y de eso solo hacía unas pocas horas.

Pero esta mañana me levanté y tampoco es que estuviera muy motivado. Seguramente hubiera seguido igual que estos días atrás si no hubiese sido por algo que pasó poco después. Bueno como estaba contando, esta mañana seguía igual de deprimido que los días anteriores. Y no me encontraba ni mejor ni peor, simplemente igual, no podría salir de ese estado nunca.

Entonces pasó. Estaba tumbado en mi cama, lamentándome de mi vida y de lo mala que era, típica actitud de un estúpido adolescente como yo. Y fue así, que tumbado en mi cama a oscuras, una canción comenzó a sonar en mi radio. Era una canción dulce y transmitía felicidad, mucha felicidad. Sin saber como me levante de la cama y le di volumen a la radio. Las guitarras, el bajo, la batería y el piano creaban una melodía perfecta para la voz del cantante.

Como movido por un espíritu comencé a dar saltos por toda la habitación al ritmo de la música, que ahora había roto. Si alguien me viese pensaría que estaba loco y la verdad no me extrañaría, pero ahora no era yo. Entonces en una esquina vi la vieja guitarra de mi madre y la cogí e hice como si yo fuese el guitarrista del grupo. Me arrastre por el suelo, salté y grité. Grité de felicidad.

Me sentía realmente bien. Tal vez demasiado eufórico, pero ¿que mas daba eso?. De nuevo me sentía bien y eso era lo importante. Solté la guitarra y me lancé contra una pared y contra otra. La música entraba por mis oídos y se extendía por todo el cuerpo hasta dominarme. Entonces acabó la canción y empezó otra esta demasiado triste así que apague la radio. Estaba contento y no quería que eso cambiara, así que me vestí e hice un par de llamadas.

Ahora, a penas un par de horas después me encuentro sentado en una gran roca elevada en lo alto de una especie de desfiladero. A mi alrededor muchas plantas y yerbas han crecido y todo a mi alrededor es bellísimo, parece sacado de un cuento. El sol está alto y me calienta las mejillas y para contrastar yo bebo de una fría litrona que tengo en la mano. La cerveza atraviesa mi garganta y me alivia.

A mi espalda suena una guitarra, las notas fluyen y dan un ambiente tranquilo y apacible. A mi espalda suenan risas, me vuelvo allí hay un chico con una guitarra y unas gafas de sol. También ahí tres chicas, cada una caracterizada no solo por sus formas de vestir totalmente diferentes, si no por sus pensamientos. Todos me sonríen y yo me vuelvo y de nuevo bebo otro trago de fría cerveza.

Desde esa alta roca, al filo de la nada y en el final del mundo sonrió, algo que no hacía desde hacía mucho. Y la verdad ahora me doy cuenta de lo poco que me hacía falta para ser feliz, algunas personas y algo de música. No necesito más. La verdad, creo que si no hubiese sido por la música mis penas no se hubieran ido en mucho. Pero que más da, ahora todo está bien.

Solo puedo agradecer a mi dios que este mal pasara. Aunque no pueda verte ahora, gracias.

martes, 21 de julio de 2009

De puntillas al cielo

Un cosquilleo invadió el estómago de Alicia y no pudo menos que ponerse de puntillas. Se estaba mareando, pero no le molestaba, es más, le gustaba. Era un sensación extraña, si definía lo que sentía en su estómago, en sus pies,... cualquiera pensaría que era una sensación molesta e incluso cansina. Pero no era así, a ella le encantaba. Se sentía como flotando en un mar cálido.
A su espalda el sol ya se ponía y delante suya algo le tapaba la vista, bueno al menos si tuviera los ojos abiertos, pero los tenía cerrados y no pensaba abrirlos. Quería que el tiempo se parara, pero sabía que no era posible así que disfrutaba de cada segundo que estaba allí.
Unas manos la agarraron por la cintura seguras de si mismas. Se sentía segura. Tenía frío y calor a la vez y esa sensación la agradaba. Todo en ese mundo le gustaba. Entonces sus labios se separaron de los de él y ambos quedaron mirándose.
...Era el primer beso de Alicia.

jueves, 16 de julio de 2009

Kilómetros de soledad


Lloro a solas en un rincón de mi cuarto carente de luz. Una lágrima por cada recuerdo, una lágrima por cada Kilómetro de distancia. Y siento que muero por dentro cada vez que recuerdo que no estás a mi lado. Noto como la oscuridad se adueña de mi destrozada alma. Mi lugar esta entre sombras.



Levanto la vista y miro la cama donde nos tumbamos abrazados por última vez antes de que marcharas. Y sin poder evitarlo de nuevo rompo a llorar. Cada lágrima es más amarga y ácida que la anterior. Cada sollozo es un estruendo en el silencio de la habitación.


Recuerdo ese último abrazo que nos unió para siempre, antes de separarnos. Siento tu fragancia en mi nariz, tus dulces lábios contra los míos, tus caricias, tus seductoras miradas,... Necesito tu aliento en mi cuello. Te siento junto a mí y a la vez extraño tu presencia.


Estoy loco. La soledad se apodera lentamente de todo mi ser. Apenas duermo un par de horas seguidas. No sonrío pués sería mentira. Me encierro en los rincones más oscuros y te añoro. El tiempo no tiene sentido para mi. Nada tiene sentido sín ti.


Mis palabras y pensamientos no són ni serán lo suficientemente fuertes para definir el dolor que siento.Nunca creí en el infierno hasta ahora. El corazón se me encoje con tán solo una foto en la que tu aparezcas.Sigo solo.


Al borde de un precipicio, sín esperanzas, ni sueños, sín , miro hacia abajo. El oscuro fondo parece tentarme, pero entonces levanto la vista a las estrellas. Brillan tanto. Me recuerdan a tu preciosa miradade ojos verdes. Y al recordarte mi corazón grita silenciosamente en la soledad de la noche.


"¿Porqué no oyes mis silenciosos lamentos?"


Duele la distancia. Me siento al borde del "adiós" y decido quedarme ahí esperándote, porque se que volverás. Volverás conmigo, para que en un susurro yo pueda decirte...


TE QUIERO


A orillas de la felicidad




Sentado sobre la arena de la playa observo atentamente mi libreta. Está completamente en blanco excepto por diminutas señales producidas por gotitas de agua. Las olas rompen con fuerza sobre la orilla, pero estoy lo bastante alejado del agua como para que apenas me roce los pies.



Armado tan solo con mi bolígrafo, acerco mi mano a la libreta. Pero hace ya tiempo atrás que perdí mis musas. Tal vez después de tantos palos, de tanto caer y volver a levantarme para luego caer de nuevo, tal vez me haya cansado. Puede que yo mismo no me conozca tan bien y no sea quien creía ser.



A mi parecer la vida ya no tiene más que ofrecerme. Ahora, despojado de mis palabras, mis escritos, mi arte... ahora no soy más que un desperdicio, un estorbo, algo inservible. Antes al menos tenía mis escritos...



Toda la vida e actuado bajo unos patrones de comportamiento que yo consideraba los correctos y necesarios. Pero ahora, que aún siendo joven parezco viejo, veo que tan solo me oprimía a mi mismo. Solo era un esclavo de mis pensamientos e ideales. Me estaba quemando lentamente y al final, solo quedaban cenizas.



Levanto la vista de las hojas en blanco y miro el lejano horizonte. Ya hace tiempo que los rayos del sol despuntaron en el cielo y ahora el enorme y bello sol asoma a los lejos, dejando entrever su color amarillo anaranjado.



Justo en ese momento, pasa delante mía una joven caminando por el agua. Su fino vestido se mueve delicadamente mecido por el suave viento, al igual que su oscura y lisa cabellera. Me mira y veo sus bellos e hipnotizantes ojos verdes. Su belleza es impresionante.



Me sonríe con su preciosa boca y yo le devuelvo la sonrisa. Entonces ella sigue su camino con paso decidido, aunque juguetón. Extrañamente mi sonrisa no se ha borrado de mi rostro. Algo ha nacido y crecido en mi interior y me ha llenado de vida. Ha sido algo tan simple como una sonrisa desinteresada, sín esperar nada a cambio. Eso es algo muy extraño en los tiempos que corren.



Quizás lo que yo conocía como musas, simplemente fuera el hecho de poder sentir algo, ya fuese bueno o malo. Y yo he estado vacío durante tanto tiempo, que ninguna palabra podría haber brotado de mí. Ya es hora de dejar de hacerlo que creo correcto y empezar a disfrutar.



Sin ni siquiera quitarme la ropa, comienzo a andar hacia el misterioso mar. Cada vez más profundo, con la única compañía de las olas, del mar y el sol naciente. Nado y nado sin parar. Soy libre y...



...Ahora soy feliz.

Rosa de despedida



Te has ido y me has dejado aquí solo bajo la lluvia, con una rosa en mis manos,...

Los días están llenos de preguntas sin resolver. Dudas que sin jamás encontrarán respuesta. Los recuerdos del pasado se ciernen sobre mi y me atormentan con tu presencia. Tu cálida y dulce presencia, siempre junto a mi,en todo momento. Nunca me habías fallado. Y ahora de pronto te vas sin ni siquiera despedirte.

Y ahora me dejas solo, con el corazón encogido y las lágrimas recorriendo mi rostro. Nadie me preparó nunca para este vacío en el pecho. La tierra es ahora tu única compañera. Y los años venideros tan solo traerán oscuridad y soledad. Tal vez el tiempo no cure algunas heridas. En mi mente hay tantas preguntas que duelen.
¿Me oyes al pronunciar tu nombre?¿Volveremos a encontrarnos o lo único queda es la nada?

Las dudas asaltan mi mente. Mis ojos están enrojecidos, mis lábios secos y agrietados. No puedo contener gemidos de dolor. La tristeza se apodera de mi. Estoy temblando y no puedo evitarlo. Soy un cobarde, al menos eso creo. Nada me ayuda a seguir adelante sin . Tú eras mucho para mí y sin ya no tengo dios.

Miro al cielo y la lluvia refresca mi rostro. Luego bajo la cabeza hacia el suelo y mirando fijamente todas esas flores amontonadas, yo lanzo mi solitaría rosa. La húmeda tierra recibe la flor como a cualquier otra. No puedo seguir aquí, así que doy media vuelta y comienzo a andar.

Has muerto...

...Adiós papá.

lunes, 6 de julio de 2009

Pesadilla nocturna




Un trueno.

Me despierto sobresaltado y sudando. La ventana está abierta y el viento cuela en la habitación pequeñas gotas de lluvia. Me levanto y cierro la ventana.

La noche es oscura. Me vuelvo a sentar en la cama y me paso las manos por la cara para despejarme un poco. Ahora no conseguiré volver a dormirme. Me levanto de nuevo y me pongo los vaqueros y los botines.

Abro la puerta y salgo. Antes de cerrar lenta y silenciosamente la puerta, miro hacia la cama. Allí está ella tan bella como siempre, su pelo suelto, su cuerpo desnudo, tan solo tapado por una fina sábana blanca. Sonrío y cierro la puerta. Comienzo a andar por el pequeño y húmedo pasillo hasta el cuarto de baño y entro.

Abro el grifo y me mojo la cara. El agua es fría y reconfortante, me gusta notar como el agua refresca mi rostro. Luego cierro el grifo y me seco la cara con una pequeña toalla. Cuando abro los ojos me encuentro frente al espejo. Me observo.

Es curioso, pero después de tantos años con espejos por todos lados nunca me he parado a observarme detenidamente. Mi rostro aún es joven, aunque está cubierto de una barba de varios días que me da un aspecto algo mayor. Las ojeras resaltan en mi rostro, dando a entender las noches en vela que paso trabajando.

Mi pelo está descuidado, no es de extrañar a estas horas de la noche.
Soy de lo mas vulgar, a mi parecer incluso feo, no entiendo que habrá visto ella en mí. En mis ojos algo brilla. Extiendo la mano impulsado por un deseo que sale de lo más profundo de mi alma y rozo el espejo. Es un tacto frío, como las noches a solas. Un pitido se adueña de mi cabeza. Ahora es lo único que oigo. El agobiante sonido cesa pronto, pero ahora todo está en silencio.

Algo me dice que todo está mal, que todo ha cambiado, pero lo ignoro. Me dirijo a mi habitación y cuando llego se me hiela la sangre. Ella ya no está en la cama,tampoco en el cuarto, ni en la casa,... ha desaparecido de mi vida. Como si nunca hubiese estado allí o ni siquiera hubiera existido. Me miro la mano y allí sigue el fino trozo de metal dorado, su anillo. Me relaja un poco.

La busco desesperadamente. De nuevo estoy sudando y parece que va a peor. Miro en todos los cuartos y no la encuentro. Al borde de la desesperación y el llanto regreso a mi cuarto. Allí en la cama está ella. Una gran felicidad y relajación se adueñan de mí, pero no del todo.
Me acerco y me meto en la cama junto a ella.Mis brazos la acarician. Ella se gira y entonces envuelvo mis labios con los suyos. Mi amor es respondido. Ambos nos juntamos, nos enroscamos en un abrazo cálido, en besos apasionados en deseo y placer.

Entonces abro los ojos y me horrorizo. No es ella. Ha cambiado. Donde debería estar ella hay otra. Me aparto bruscamente y caigo fuera de la cama. Estoy desnudo y me tapo con las manos. Cierro los ojos y cuando los vuelvo a abrir ha desaparecido.
Otra vez estoy solo.

Grito en la oscuridad de mi cuarto. Me dirijo al cuarto de baño y me vuelvo a mirar en el espejo. No pasa nada. Espero, pero sigo igual, todo está igual de mal. Desesperado comienzo a golpear el espejo una y otra vez. Pero lo único que consigo es herirme la mano con un trozo roto de espejo. Caigo al suelo y lloro.

Un trueno.

Despierto en la cama. Estoy sudando. Miro a mi lado y está ella. No es otra, es quién debe ser. Soy feliz. Suspiro y me llevo las manos al rostro para despejarme como de costumbre. Pero algo me molesta en la mano. Me la miro y allí veo una diminuta raja. Una sensación de pánico se adueña de mi barriga. Entonces trago saliva y salgo de la cama.

Me visto y en silencio me voy. Lo dejo todo. Ella no se merece mis mentiras y el dolor que le haré pasar si no me voy. Lo único que me llevo conmigo es una botella de whisky y un pedazo de espejo que encuentro en el suelo del cuarto de baño.

Entonces salgo de esa puerta, de su vida y de mis pesadillas nocturnas.

viernes, 3 de julio de 2009

Pensamientos en blanco


Despierto.

La claridad baña mis ojos. Comienzo a acostumbrarme a la luz. Me levanto de la cama y miro a mi alrededor.No se donde estoy. No se quién soy. Y nada de lo que me rodea me gusta. Estoy en una habitación sin ventanas ni puertas. Todo es blanco y agobiante. La cama, las paredes e incluso mi ropa. Empiezo a asustarme.

Busco algún tipo de salida. Nada. Ni ventanas, ni puertas,...solo paredes. Alzo la vista y veo una bombilla colgada del techo. De ahí viene toda la luz. Mi frente está perlada de gotitas de sudor. Corro hacia una esquina y me siento en el suelo.

La claustrofobia se está apoderando de mí. Las paredes parecen encojer. Todo tiene un aspecto más pequeño y agobiante. El sudor resvala por mi rostro, hasta la barbilla. Las piernas me tiemblan y mis ojos no dejan de deambular por la habitación.

Intento recordar como he llegado hasta aquí. Pero a mi mente solo llegan imágenes borrosas y ruidos distorsionados. Consigo distinguir risas y murmullos maliciosos. La cabeza me da vueltas. Intento taparme los oídos, pero las voces están en mi cabeza.

Me levanto, no se que hacer. He de callar las voces. Tal vez, tan solo esté en un sueño. Si es así, solo tendré que sobresaltarme para salir de aquí. Miro todo el cuarto y una idea surge al instante.

Cojo aire ruidosamente y lo expulso. Hago acopio de valor y sin pensarlo dos veces comienzo a correr. Con la cabeza agachada y los ojos cerrados me dirijo hacia la pared. Siento algo, pero no es dolor. Tampoco estoy despierto.Las voces suenan ahora mas fuertes en mi cabeza

Lo intento de nuevo. Esta vez tengo los ojos abiertos. Echo a correr y justo cuando creo que voy a chocar con la pared la atravieso. Un extraño cosquilleo recorre mi cuerpo. No es desagradable, es peor. Estoy en una habitación igual a la anterior.

Viendo que no hay dolor, viendo que es tan irreal y pensando que todo es una pesadilla, vuelvo a correr contra la pared.No paro, la atravieso una, dos, tres,...y mil veces. Finalmente desisto en mi empeño y caigo al suelo rendido.Las voces son ahora mas fuertes. Sigo estando en el mismo cuarto.

Parece tan perfectamente normal. Imágenes, sonidos, olores. Todo me viene a la cabeza de golpe y entonces lo recuerdo.Ya se porque estoy ahí. Y ahora comprendo que nunca podré salir. Solo soy otro estúpido que se encierra en si cuando los demás se ríen de él. Si no doy la cara... Me pudriré en mi propio interior, en mi propio infierno.

domingo, 28 de junio de 2009

Despojos de vidrio


Camino.

Mis pasos son imprecisos, las paredes me sostienen. Deambulo sólo, como siempre. Tambaleándome, finalmente llego hasta un estrecho y desolado pasillo. Al fondo veo una sombra y con curiosidad me acerco. Poco a poco, despacio, estoy cada vez más cerca.

Ahora que estoy cerca, ya no es una sombra. Se ha convertido en una silueta borrosa. La silueta de un hombre. Y ya no me parece tan interesante. Pero cuando me dispongo a darme la vuelta e irme, algo llama mi atención. Su rostro. Parece muy desgraciado y además parece aceptarlo con resignación. No se el porqué, pero me siento atraído y me acerco. Él parece moverse también. Al poco tiempo estoy enfrente suya y es aterrador.

Es un joven, pero a la vez parece tan viejo. Sus ropas no merecen la pena ser nombradas, tan solo son destrozados harapos. Sus manos están cerradas. Una se cierne sobre una botella medio vacía de whisky. La otra se cierra sobre si misma. Apretada y temblorosa.

Lo que más me impacta de su aspecto es su rostro. Es una cara que desprende tristeza. Su pelo largo y castaño le tapa los ojos. Entre unos mechones de pelo veo sus ojos castaños, llenos de odio y repulsión. Su nariz esta enrojecida. Los labios están agrietados y se los muerde nervioso. Es un monstruo. O al menos eso pensamos. Él y yo.

Nos quedamos uno frente al otro. Nos odiamos. Pero ninguno dice nada. Su rostro sigue sin mostrar otro sentimiento que el odio y la tristeza. Oscuras lágrimas nacen de sus ojos para recorrer el camino que marcan sus mejillas y detenerse en su barbilla antes de caer al vacío. No me da pena, solo asco. Es un monstruo. Pero, tal vez, yo también.

Me duele la cabeza. Le miro. Recuerdo la letra de aquella canción..."solo somos sombras, recuerdos de lo que fuimos...". Tal vez sea verdad. Unos mueren viejos otros jóvenes, y otros como mi compañero y yo simplemente pierden el alma y con ella el sentido de la existencia. Y la pierden porque no la merecen.

Miro a esa sombra enfrente mía. Sus penetrantes ojos me hieren. El dolor es intenso y me marea, a penas puedo sostenerme en pie, ni con ayuda de la pared. No quiero seguir junto a él y lo sabe. Una presión agobiante se va apoderando de mi cabeza. Lo miro. No sonríe, pero se alegra de mi dolor. Caigo al suelo. De nuevo lo miro y entonces grito de una manera ensordecedora y brutal. Un grito desgarrador.

El odio se apodera de mí y me ciega. Levanto la mano y lanzo la botella que esta sostenía. El espejo se rompe y cae destrozado en miles de pedazos. Lentamente recupero el aliento, mi corazón deja de latir a un ritmo desorbitado y me recupero. Me levanto mareado. Doy un par de pasos hacia donde estaba él. Ahora solo hay un espejo roto. Y en el suelo miles de pedazos de espejo. Inservibles. Como yo. Tan solo despojos de lo que otro día fue útil. De lo que en otra época...

Bah, que más da, tan solo soy otra sombra...