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sábado, 19 de septiembre de 2009

Sentado a la espera



Lento.



Mi corazón late muy lento, pero no me preocupo, lleva así ya bastantes años y ahora desafortunadamente poco logra sorprenderme. Me apoyo en las paredes de mis lados y suspirando me levanto de la cama. Paro un segundo y resoplo, hago acopio de mis fuerzas y me agacho a recoger uno de los muchos pedazos de espejo que se encuentran esparcidos por el suelo de mi habitación, mi pequeña y cálida habitación.



Con mi tembloroso pulso me llevo el pedazo de espejo hacia mi cara y veo mi rostro reflejado. Y es entonces cuando odio a todo y a todos, odio al tiempo por no perdonarme, odio a aquellos que no me avisaron y sobre todo me odio a mi mismo de tal manera que desearía despellejarme tira a tira de piel y así acabar con mi existencia de una vez por todas.



¿Qué es lo que e visto? Pues es fácil, he visto en mi reflejo lo que a tantos hombres y mujeres ha atormentado desde unas edades muy tempranas, eso que parece que nunca nos va a llegar, pero te alcanza antes de lo que esperas, he visto el paso del tiempo y sus efectos sobre mí. Algo terrorífico.



No hay nada más difícil que ver como el tiempo ha destrozado lo que en otro tiempo fue bello y joven, saber que ya no queda solución, tan solo puedes sentarte en una vieja silla blanca a esperar que el último de tus suspiros llegue, se disipe en el viento y desaparezca en la nada.



Mi rostro está cubierto de arrugas por todas partes, el color de mi piel ya no cambia, tampoco importa. Mis ojos antes rebosantes de vida y actividad ahora están apagados, sin luz, parecen esperar ver el momento del adiós. A duras penas oigo algo y cada movimiento me cuesta un tiempo valioso y unas energías que no tengo.



Mi mano se debilita y el espejo cae al suelo partiéndose en miles de pedazos que se unieron al resto. Me voy hacia esa silla blanca que se yergue sólida sobre el centro de la habitación, y más que andar me arrastro. Pero consigo llegar y sentarme.



Me siento y espero. Espero que llegue el ultimo segundo, en el que suspiraré por última vez y mi alma saldrá a convertirse en una con el viento y yo convertido en una ola del mar desapareceré en el olvido de un mundo infame y demasiado corto para quien soñó con el futuro, para ahora acabar añorando el pasado.



Adiós.



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