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sábado, 12 de septiembre de 2009

Olas de paz


Tranquilidad.

Lo que yo sentía en ese momento no podía definirse mejor que con esa palabra, tranquilidad. Estaba tumbado sobre la arena sin ropa apenas, el sol ya se escondía tras el inmenso mar y abrazada a mí estaba ella. El ruido del romper de las olas era lo único que se oía y a nuestro alrededor no había nadie.

Nuestros corazones latían acompasados y su aliento rozaba suavemente mi cuello. Podía otra su cálido olor atravesando mi cuerpo y sus manos apretándome fuerte para no dejarme escapar. Pero no era yo quien tenía que marchar si no ella.

Y noté que tenía que marchar cuando me miro, sus ojos perdieron un segundo el brillo de la felicidad, para cobrar una honda tristeza por nuestra corta separación, hasta el próximo día. Pero el brillo volvió a su mirada cuando al levantarse me dio un beso para luego marcharse corriendo hacia el autobús.

Allí sentado la observe marcharse, tan bella y espectacular. Su fino vestido se movía de manera mágica con el viento. Sus pies descalzos se hundían en la arena a penas unos milímetros. Era perfecta.

Y sin darme cuenta mientras la observaba una sonrisa afloró en mis labios y no pude dejar de observarla hasta que desapareció totalmente en la lejanía. Y allí sentado en la arena de la playa, al borde de la orilla donde rompían las olas estruendosamente, me quede solo.

Muchas cosas vinieron a mi cabeza, cosas malas, otras buenas y pasaron los minutos mientras yo reflexionaba sobre todo, pero sin rayar en la obsesión. El sol cada vez se veía menos y las olas cada vez se oían más.

Fue entonces, cuando el sol despuntaba y apenas quedaban unos segundos para que se escondiera, fue en aquella soledad cuando descubrí una gran verdad. Descubrí que pase lo que pase, por muy mal que veamos las cosas, siempre se pueden solucionar. Y nada es tan malo como para que nos rindamos.

Y lo que es aun mas importante siempre habrá alguien a nuestro lado y eso lo es todo. No importan las riquezas, las posesiones materiales, todo eso da igual, todo eso es frágil y depende del destino, lo único verdaderamente importante, eso que crea el sendero de nuestras vidas son las personas que nos acompañan.

Personas que de una manera directa o indirecta, mala o buena nos ayudan a definirnos y a crear nuestra vida, y con tener a una sola de esas personas a nuestro lado podemos tener la mayor de las riquezas. Por eso sonrió yo ahora, casi a oscuras. Porque la recuerdo y se que…

…La quiero y espero impaciente el momento de volver a estar junto a ella.

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