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miércoles, 18 de noviembre de 2009

Monstruo (Inspirada en "Monstruo" Pen cap chew)



Pasos rápidos. Mi mirada vaga de un lado a otro nerviosa. Los brazos agarran con fuerza las bolsas de la compra. Me sudan las manos. Todos los ruidos de mi alrededor resultan estridentes y molestos.


Un calor, que nada tiene que ver con el ambiente, se apodera de todo mi cuerpo. Noto miles de oscuras miradas observándome. Todos me odian, todos quieren golpearme y hacerme daño. Son escoria.


La ciudad me encierra entre sus calles y plazas. Me encuentro atrapado en una cárcel al aire libre. Las sombras me persiguen y extienden sus garras hacia mi cuello. Miro hacia atrás, pero no hay nada, tan solo son productos de mi imaginación, eso quieren hacerme creer.


Asustado, por todo eso que me rodea y que día tras día intenta lastimarme, salgo corriendo por la calle. En mi precipitada huida de la nada tropiezo con un par de chicas y se me cae la compra. Al agacharme para recoger mis bolsas noto sus miradas sobre mi cabeza. Toda esa rabia hace que mi alma se encoja de una manera repugnante.


Con las lágrimas apunto de resbalar por mis mejillas reemprendo mi carrera hacia la seguridad de mi hogar. Pasando un callejón veo una pandilla de jóvenes con pintas que me hacen dudar de mi recorrido. Ellos notan mi presencia, pero antes de que sean capaces ni si quiera de decir una palabra, yo ya he desaparecido en dirección contraria.


Mis fuerzas flaquean y mis piernas apenas pueden dar unos pasos más, aunque ya estoy cerca de mi casa. Aun intentándolo con todas mis fuerzas, no lo consigo y caigo al suelo. El golpe es doloroso, noto el frío asfalto y una punzada que sube por toda mi espalda.


Tras varios minutos, pasa una chica y me ayuda a levantarme, aun habiéndome ayudado la miro y sé que no le caigo bien, ella a mi tampoco, así que continuo mi camino sin intercambiar ni una palabra.


Al fin llego a mi bloque. Saco las llaves y abro la puerta, escalón tras escalón llego hasta mi piso y con las manos temblorosas consigo abrir la puerta. Y entrar a trompicones en mi piso. Suelto las bolsas en la cocina y me siento derrotado en el sillón. Y enciendo la tele.


Ahora estoy a salvo de todos esos malditos monstruos con sonrisas falsas y miradas cargadas de brillante odio. Aunque ahora, sentado en la oscuridad, con la única luz de la televisión, me pregunto…


¿Quién es el verdaderos monstruo, ellos o yo?.



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