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lunes, 6 de julio de 2009

Pesadilla nocturna




Un trueno.

Me despierto sobresaltado y sudando. La ventana está abierta y el viento cuela en la habitación pequeñas gotas de lluvia. Me levanto y cierro la ventana.

La noche es oscura. Me vuelvo a sentar en la cama y me paso las manos por la cara para despejarme un poco. Ahora no conseguiré volver a dormirme. Me levanto de nuevo y me pongo los vaqueros y los botines.

Abro la puerta y salgo. Antes de cerrar lenta y silenciosamente la puerta, miro hacia la cama. Allí está ella tan bella como siempre, su pelo suelto, su cuerpo desnudo, tan solo tapado por una fina sábana blanca. Sonrío y cierro la puerta. Comienzo a andar por el pequeño y húmedo pasillo hasta el cuarto de baño y entro.

Abro el grifo y me mojo la cara. El agua es fría y reconfortante, me gusta notar como el agua refresca mi rostro. Luego cierro el grifo y me seco la cara con una pequeña toalla. Cuando abro los ojos me encuentro frente al espejo. Me observo.

Es curioso, pero después de tantos años con espejos por todos lados nunca me he parado a observarme detenidamente. Mi rostro aún es joven, aunque está cubierto de una barba de varios días que me da un aspecto algo mayor. Las ojeras resaltan en mi rostro, dando a entender las noches en vela que paso trabajando.

Mi pelo está descuidado, no es de extrañar a estas horas de la noche.
Soy de lo mas vulgar, a mi parecer incluso feo, no entiendo que habrá visto ella en mí. En mis ojos algo brilla. Extiendo la mano impulsado por un deseo que sale de lo más profundo de mi alma y rozo el espejo. Es un tacto frío, como las noches a solas. Un pitido se adueña de mi cabeza. Ahora es lo único que oigo. El agobiante sonido cesa pronto, pero ahora todo está en silencio.

Algo me dice que todo está mal, que todo ha cambiado, pero lo ignoro. Me dirijo a mi habitación y cuando llego se me hiela la sangre. Ella ya no está en la cama,tampoco en el cuarto, ni en la casa,... ha desaparecido de mi vida. Como si nunca hubiese estado allí o ni siquiera hubiera existido. Me miro la mano y allí sigue el fino trozo de metal dorado, su anillo. Me relaja un poco.

La busco desesperadamente. De nuevo estoy sudando y parece que va a peor. Miro en todos los cuartos y no la encuentro. Al borde de la desesperación y el llanto regreso a mi cuarto. Allí en la cama está ella. Una gran felicidad y relajación se adueñan de mí, pero no del todo.
Me acerco y me meto en la cama junto a ella.Mis brazos la acarician. Ella se gira y entonces envuelvo mis labios con los suyos. Mi amor es respondido. Ambos nos juntamos, nos enroscamos en un abrazo cálido, en besos apasionados en deseo y placer.

Entonces abro los ojos y me horrorizo. No es ella. Ha cambiado. Donde debería estar ella hay otra. Me aparto bruscamente y caigo fuera de la cama. Estoy desnudo y me tapo con las manos. Cierro los ojos y cuando los vuelvo a abrir ha desaparecido.
Otra vez estoy solo.

Grito en la oscuridad de mi cuarto. Me dirijo al cuarto de baño y me vuelvo a mirar en el espejo. No pasa nada. Espero, pero sigo igual, todo está igual de mal. Desesperado comienzo a golpear el espejo una y otra vez. Pero lo único que consigo es herirme la mano con un trozo roto de espejo. Caigo al suelo y lloro.

Un trueno.

Despierto en la cama. Estoy sudando. Miro a mi lado y está ella. No es otra, es quién debe ser. Soy feliz. Suspiro y me llevo las manos al rostro para despejarme como de costumbre. Pero algo me molesta en la mano. Me la miro y allí veo una diminuta raja. Una sensación de pánico se adueña de mi barriga. Entonces trago saliva y salgo de la cama.

Me visto y en silencio me voy. Lo dejo todo. Ella no se merece mis mentiras y el dolor que le haré pasar si no me voy. Lo único que me llevo conmigo es una botella de whisky y un pedazo de espejo que encuentro en el suelo del cuarto de baño.

Entonces salgo de esa puerta, de su vida y de mis pesadillas nocturnas.

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